martes, 7 de septiembre de 2010

Plan del viaje

Este es un resumen gráfico de nuetro viaje a Venezuela en verano de 2010. Planificamos con mucha ilusión la expedición a un país maravilloso. La intención inicial era hacer este recorrido para conocer el país...


Plan de viaje

No quiero que parezca que somos unos descuidados. Nuestro viaje fue cuidadosamente preparado y tomamos nuestras precauciones






     
     

    Primeros días en el trópico

    Antes de llegar a Venezuela ya tuvimos problemas. Nuestro avión se retrasó tanto en salir que al embarcar ya habíamos perdido la correspondencia en Caracas para Puerto Ordaz.

    Pero la sorpresa fue genial cuando al llegar no llegamos a Caracas. Llegamos a Isla margarita...

    Primer vuelo retrasado









    Pero todo se solucionó tras unas cuantas horas de aeropuertos, aduanas, reubicaciones,  noches de tránsito y por fin aterrizamos en la tórrida Puerto Ordaz.  Después de vandalizar la cutrísima Posada Kaori,  nos fuimos a refrescar al parque La Llovizna, que con ese tierno nombre oculta que contiene unas cascadas en las que podría anegarse enterito el Retiro de Madrid.




    Parque  Llovizna en Puerto Ordaz


    En el parque vimos algunos animales y el gran árbol Ceiba, del que en este viaje veríamos majestuosos ejemplares




    Iguana en el parque Llovizna







    Expedición a Canaima


    Por fin dejamos la ciudad ferrominera y nos subimos a la avioneta que nos llevaría al sur del Orinoco, hacia la región de Amazonas. Por cierto, esta avioneta fue el único vuelo que salió a su hora en todo el viaje.

    Tras una hora y pico de sobrevolar ríos, lagos y sabanas, llegamos a la vista de los fantásticos tepuyes y al Parque Nacional Canaima.

    En el poblado pemón de Canaima nos llevamos una gratísima sorpresa:  la civilización ha llegado hasta la selva en forma de música.


    Tuvimos el placer de pasear por las cascadas que rodean la laguna de Canaima. La cascada del Sapo se visita por arriba y por dentro !







    Hicimos amistad con nuestro magnífico guía Vladimil, y con el profesor de música Juan Carlos, con quienes realizamos la esplendorosa expedición al Salto Angel.






    El Salto Angel (no 'el salto del Angel')  fue descubierto por un aviador aventurero, Jimmy Angel, buscando una mina de oro a cielo abierto que creía haber vislumbrado en la cima de un tepuy. Posteriormente se estrelló en una de las cimas y allí permanece su avión, ¡ Que se puede visitar si te atreves!




     La expedición partió en curiara desde la laguna superior de Canaima, y pronto tuvimos que bajarnos para pasar unos rápidos: la tripulación indígena con la canoa y nosotros caminando por la Sabana Mayupa.





    El recorrido en curiara por el río Carrao y posteriormente su afluente el Churrún, internándonos en el Cañón del Diablo en el complejo de Auyan Tepuy, ha sido una de nuestras experiencias vitales más plenas.



    Los farallones verticales de los tepuyes y la muralla vegetal eran abrumadores



    Todo resultaba inmenso, salvaje, primitivo y remoto. La vegetación se superponía en capas y por todas partes aparecían bolas de arcilla que eran nidos de pájaros e insectos.


    Nada era normal. La enorme altitud de los tepuyes, la exuberancia de la vegetación, ¡ Hasta el color del agua!






    Tras unas horas de navegación encontramos un alfuente que vertía al Carrao en forma de cascada.


    Por fin nos aproximamos al Cañón del Diablo  y a la vista del Salto Angel. Pero aún nos quedaba recorrer un tramo de selva.



    Tras subir a un risco entre raíces podridas y bromelias, nos nos asomamos por fin a una vista asombrosa, con una perspectiva hacia el cielo que se distorsionaba por la elevación majestuosa de la cascada. Aquella impresión sólo pertenece al corazón de quienes lo han visto.


    La cascada se precipita desde su reino prohibido en lo alto del colosal tepuy, y se esparce pulverizada en un valle inaccesible que recoge las aguas en un furioso torrente. Las cascadas secundarias tienen cientos de metros de altitud, pero el chorro principal, que en esta ocasión llevaba tanta agua que caía doble, tiene casi mil metros de alucinante desplome. Es tan elevado que al mirarlo parece elevarse, alejarse hacia el cielo en un fenómeno óptico, y es imposible apreciar la distancia por falta de referencias visuales.

    Existen tomas desde aeroplanos que reflejan las verdaderas dimensiones del coloso. Da cierta tristeza verlo en una postal, pues en el lugar nos embargó una euforia reverente teñida de cierta inquietud, ¡ Somos tan pequeños!


    Después de esto nos recogimos en la camaradería de nuestro entrañable grupo y en lo mundano del campamento en la selva.





    Nuestro campamento se situaba en la isla Ratón, justo enfrente del Salto Angel.

    Tras una bellísima velada de campamento, hablando de historia, de música,  de política y de aventuras en la Gran Sabana, nos dedicamos a contemplar las estrellas tropicales acompañados por una pareja de loritos que allí dormían, y tuvimos la simpática experiencia de dormir en hamacas con mosquitera.

    La hamaca me ayudó a levantarme al alba para contemplar los primeros rayos del sol iluminando la cascada. Se crea o no, mientras realizaba este dibujo un arcoiris impresionante enmarcó el tepuy.

    Aunque lo inicié en solitario, enseguida apareció Vladimil, que puede haber realizado este viaje doscientas veces pero tiene la sensibilidad de no perderse jamás este amanecer, luego Miguel, luego Juan Carlos, Raquel ... hasta que toda la expedición se reunió para hacernos fotos en el majestuoso paisaje.




    Depués embarcamos de nuevo y regresamos,  impresionados.







     De regreso a la laguna de Canaima, Vladimil nos tomó esta foto de grupo.








    Isla Margarita

    Atrás quedó la gloria de Canaima.






    Avioneta,  noche a lo Tarantino en nuestra cutriposada Kaori en Puerto Ordaz, más aeropuertos y por fin aterrizamos en la luminosa Nueva Esparta.

    Estos son los lugares que visitamos




    Nos instalamos en el hotel costa Linda, en Playa el Agua, y disfrutamos de lo lindo visitando playas.

    Playa Manzanillo


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    Playa La Galera






    Vista de Isla Margarita desde Los Frailes

    En Playa Manzanilo tenían unas redes creando corralitos en el mar. En la superficie se instalaban bandadas de pelícanos y corporanes que de vez en cuando se zambullían buscando un pez atrapado.




    Tuve la ocasión de relajarme tumbado sobre las olas mirando al cielo...

    Pelicanos en Playa Manzanillo

    Visitamos el parque natural de La Restinga, con un paseíto en barca ente manglares

    Manglares de La Restinga

    Hicimos una excursión en barco al archipiélago de Los Frailes, donde practicamos snorkel por primera vez en nuestras vidas. Laura se apasionó, y buceaba como una auténtica sirena.




    En la isla vimos multidud de animales: pelícanos, alcatraces, todo tipo de peces, cangrejos hermitaños...





    Para completar el círculo hicimos una excursion al extremo occidental de la isla,  Punta Arenas,  cruzando la península de Macanao,  que se parece al desierto de Arizona pero con el Caribe de fondo.





    Mérida

    tras nuestra inmersión isleña abandonamos la costa para disfrutar de las alturas. Mérida está emplazada a una altitud de 1600 metros, y las excursiones nos llevaron hasta los 4000 m. de Sierra nevada y los 3000 m de la Sierra de la Culata.




    Por fin estábamos en una ciudad, y tuvimos ocasión de reflexionar acerca de la SEGURIDAD en venezuela.

    No dejamos de hacer nuestras excursiones. Cuanto más arriba, más aguda era la borrachera debida a la altitud.


    Vista de la Sierra de la Culata



    En la ciudad de Mérida pudimos recopilar estas reflexiones acerca de la seguridad en Venezuela :






    Visitamos a los amigos de Javier y Michelle, nos dimos grandes comilonas y fiestas, y unos cuantos paseos,  y  montamos las maletas para un viaje en plan tropa al Caribe.













    Chichiriviche




    para llegar a Chichiriviche desde Mérida...  hay que desearlo.  Es un viaje de unas diez horas que se convirtió en uno de dos días porque se cayó un camión rompiendo un puente.  Por el camino alternativo, vía San Felipe, vimos la inmensidad de los llanos, árboles gigantes,  ceiba, samanes, rebaños de vacas y de búfalos e infinidad de aves.




    Por fin llegamos a la mítica Chichiriviche y nos dedicamos a visitar los cayos. Cada día un cayo, hasta que caímos agotados. 

     


    Para visitar un cayo se negocia el precio con el barquero, y la hora de recogida, y se lleva una nevera hasta arriba de hielo, bebidas y algún bocadillo. No te olvidas de la crema de protección solar y de las gafas de snorkel,  y dejas las preocupaciones en el continente.


    Cayo Sal
    El ambiente es de dulce indolencia. Dado que las aguas están tibias, limpias, transparentes, tranquilas y hermosas, todo el mundo se baña con su copa en la mano a charlar y disfrutar del leve paso del tiempo.  Cuando te acabas la copa, vas a la orilla a por más. Como conduce el lanchero...


    En cayo Sal pudimos experimentar la flotación en una laguna salada. Puedes permanecer sentado con el torso fuera del agua, flotando.


    Cada cayo es distinto. Cayo Sal era una fiesta del buen rollo, parecía el Ganges.  Sin embargo Cayo sombrero era una belleza caribeña de palmeras y pelícanos.


    Cayo sombrero desde el arrecife
    Disfruté especialmente haciendo este dibujo,  y aquí está la prueba de que no me lo inventé:



    Entre cayo y  cayo nos dedicamos a la buena vida de las parrilladas, las arepas y las cachapas. También hubo tiempo de cazar los cangrejos que se cruzan en la carretera.






    Una tarde contemplamos una boda que se celebraba en la playa en una bella atmósfera de luces y reflejos del atardecer.








    El más hermoso viaje fue a Cayo Borracho, porque está integralmente protegido (anidan tortugas) y no se permite el alquiler de sombrillas, vendedores, etc.


     

    Para llegar usamos una sola lancha y desembarcamos como auténticos colonos. Llevávamos hamacas, sábanas para la sombra, dos neveras...

    El lanchero Jesús fue el único que nos ofreció llevar a los doce (quince con los niños) en una sola lancha. Con él habíamos visitado las cuevas del Indio y de la Virgen . Cuando no lleva turistas pesca tiburón pequeño (cazón).
    En Cayo Borracho la belleza del mar era impresionante. Ese azul anhelado está allí puro, imposible, y se nos quedó metido en la retina para siempre.

    Me senté en un extremo del islote y dibujé lo que veía:

    A mi izquierda


    Delante


    y bajo la superficie





    De este cayo regresamos borrachos de mar.


     



    Fueron unos días de compartir alegremente la belleza del Caribe y del Parque Natural de Morrocoy, esos días luminosos que cuando se comparten en grupo dejan un poso de reconciliación con el género humano y de nostalgia infantil.


    La tropa de Chichiriviche